sábado, 12 de julio de 2008

El cansancio y el reposo

Una más sobre el tema, quizá por que estoy en la tensión, o en la etapa de los cansados...

No es tan agradable darse cuenta que el cansancio es, mientras pasan los años, compañero mas cercano en el camino. No es tan manejable, o entendible, por que uno podría pensar que el cansancio es para quien suma a sus vivencias décadas y décadas, y no unas simples primaveras. Digo simples por consuelo de los días que pasan, en realidad siempre las primaveras tienen matices de complejidad. ¿De qué se cansa uno?... depende. No siempre es un cansancio físico necesariamente, a veces es una especie de hartazgo del alma, una fatiga que no muy se entiende, pero que se lleva a cuestas como una carga silenciosa, que crece de a poco y por cada paso dado.

Es vivir todo el tiempo en una necesaria tensión, entre cansancio y reposo, es la ley de un cuerpo caído y una esencia corrompida: el cuerpo se agota al final del día pero se renueva durante la noche, en un ciclo común. La mente se cansa y el espíritu, pero siempre hay oportunidad de que regrese a su estado natural; a la quietud de una estrella estática, un árbol plantado junto a un río, una piedra en una gran montaña, una nota musical suspendida, un vientre de una madre.

Deseo no sentirme cansado aún; todavía tengo firmes mis piernas para seguir caminando y mis manos aún pueden cerrar en puño, mi mente aún trabaja y mi espíritu no se ha desvanecido, mis ojos siguen abiertos y mi cuerpo todavía se levanta por las mañanas listo para articularse con el tiempo y no dejarlo detenerse. Si soy amante de la cama, mi cuerpo es aferrado al descanso, pero no siempre mi mente o mi alma. Éstas solo descansan con algo más tierno que una pila de almohadas de pluma, necesitan más que un par de noches sin ruido, necesitan unos brazos firmes y unos profundos susurros al oído, de palabras cálidas y eternas, de fiel compañía y si acaso de fuertes rugidos como de un León para ahuyentar toda fatiga, que agota el alma, que cansa la mente, que inquieta los adentros no dejándolos descansar. Cuando estoy cansado así, no necesito el silencio de la noche, necesito delicados pastos y la compañia de aquel Pastor digno, necesito regresar al vientre para volver a nacer sin cansancio.

Quizá lo bueno de vivir con el cansancio es, que llegará el día en que pueda descansar mas que profundamente en los brazos de mi compañero de camino, el Pastor de los cansados, para por fin reposar en esos pastos de ensueño, como un árbol plantado junto al río.

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