miércoles, 11 de febrero de 2009

Al Dios desconocido. Federico Nietzsche


Una vez más, anclado en el presente
Y lanzando mis miradas al futuro,
Vuelvo, en soledad, a elevar mis manos
Hacia Ti, a quien me acojo,
A quien solemnemente he dedicado
Altares en el corazón, en lo más hondo
De él, para que en todo tiempo
Tu voz vuelva a llamarme.

Sobre ellos arde,
Profundamente inscrita, esta palabra
AL DIOS DESCONOCIDO.

Soy tuyo, aunque el mal, hasta este momento
Haya venido atenazando mi espíritu;
Soy tuyo... y los lazos percibo
Que en lucha tiran de mí hacia arriba,
Y, aunque quisiera huir,
Me fuerzan a servirte.

¡Quiero conocerte, desconocido!
Que tocas en lo profundo de mi alma,
Que cual tormenta recorres mi vida.
Inconcebible, Tu afín a mí;
Quiero conocerte y...
Siempre servirte.

3 comentarios:

Alejandra Ortiz dijo...

Y pensar que todo hombre es incomprendido en ocasiones. Que solo Dios conoce el corazón de verdad, me hace sentir humilde, en que sólo puedo ver al "otro" de rodillas ante el Cordero, porque ahí no hay lugar para el orgullo, la crítica o el juicio.
Que Dios nos ayude a no juzgar, sino a amar, a no etiquetar, sino a comprender, a no excluir, sino a acompañar...

Mercy dijo...

Gracias por recordame la fragilidad y la belleza que existe en el vivir...

Unknown dijo...

¿Cómo no creer en la inmortalidad?
Si todavía me hace eco.

Saludo