miércoles, 25 de junio de 2008

Después de las diez y cuarto

Después de las diez y cuarto todo es diferente, por un lado, la oscuridad tapiza el fondo del cielo para que las estrellas puedan brillar en todo su esplendor. Pero abajo, para desgracia de todos, también cubre el rostro del ladrón, del que espera en la esquina a su próxima victima, nervioso como el resto de las ocasiones, sudando y sintiendo dentro de su bolsa el frío del metal con el cual cometerá su delito. De mirada inquieta, cuidadosa de todas direcciones, esperando el momento preciso.

Después de las diez y cuarto todo es diferente, las largas filas para subir al autobús desaparecen, los choferes tienen un rostro más sereno, más despiertos, cuidando a todo al que suben. Sus temores afloran en las continuas mirada hacía el espejo central, vigilantes de todo movimiento en el asiento de atrás. En la radio, música más suave, continua, sin tantas interrupciones.

Después de las diez y cuarto todo es diferente, las personas actúan distinto, se saludan al subir con un seco: buenas noches.

Después de las diez y cuarto todo es diferente, las aceras se descongestionan, los faroles se despiertan y la luna reina en la ciudad, radiante y hermosa como siempre, adornada con una tiara de estrellas, totalmente ajena a la tierra. Se presenta bella y codiciada, inalcanzable pero presente, único punto de referencia en la oscuridad de la noche, convertida en actor principal en la escena del romanticismo casi místico que envuelve a la ciudad. Ella es la invitada especial, joven compañera de la tierra, cual enamorado visita a su amada por las noches, puntal a su cita diaria.

Después de las diez y cuarto todo es diferente, la ciudad descansa, o al menos eso intenta mostrar, se vacía de autos y recorre sus propias calles, se sienta al lado del indigente, que es su hijo más amado, aleja a los niños del malvado, conduce a los extraviados por entre sus atajos, se señala a si misma como su dueña. Se aíra contra los irreverentes que la contaminan, con aquellos que la recorren en busca de derramar sangre inocente. Se sorprende con la pérdida de un árbol, se entristece con el perro atropellado, que permanece a media calle aullando de dolor, lanzando aullidos destinados a conmover un corazón humano que pudiera darle auxilio, pero que se agudizan más y conmueve mucho más, al punto de hacer llorar cuando no encuentra respuesta, porque simplemente el humano extravió en el camión su corazón o se excusó diciendo que se lo llevaron la noche anterior el ladrón.

Después de las diez y cuarto todo es diferente, una pequeña ventana hace las veces de televisión de 19 pulgadas, presenta una programación variada, infantil y clasificada, totalmente objetiva, no añade ni opina, permite que la realidad entre de afuera hacia dentro por medio de ella. Todo es real, objetivo, no obstante, su principal error radica en su falta de carácter totalizador, globalizante, porque es excluyente y rígida, no va más allá de su pequeño marco, todo lo que cabe dentro de el es, el resto, es subjetivo, cuestionable, poco fiable y científico. Una ventana que a 60 kilómetros por hora reproduce un cortometraje sobre la ciudad difícil de captar por un lente, siempre fresco, nunca actuado. Inicia con una historia, puede ser cualquiera, según el lugar donde cierres la puerta, continua hasta llegar al clímax y desenlace o se consume antes de alcanzarlos. Esta programación al fin de cuentas, también es tendenciosa, porque la interpretación de ésta produce efectos distintos en cada televidente, en ciertos produce coraje, a los menos les es indiferente y la mayoría la ignoran, cerrando la ventana o volteando hacia otra parte…

Después de las diez y cuarto todo es diferente, las fronteras se vuelven reales, los muros que separan se tornan gigantes, las bardas que protegen destruyen esperanzas, los guardias que protegen destruyen y acaban con vidas que cruzan en busca de esperanzas. Las filas para entrar al cielo se duplican, más cuando es hora de la comida, porque todos quieren cambiar de mundo, sentirse diferentes y respirar aire más puro, más civilizado. Muros y muros altos, tan altos que lleguen hasta el cielo e impidan a las nubes cruzarlo, tan altos que detengan a cualquier sueño para deportarlo. Muros tan altos que no permitan entrar al salvaje y al mismo tiempo no deje escapar al sedado. Muros tan altos, que por un lado lo adornan cruces, circuitos de cámaras y cables electrificados, mientras que por el otro simplemente se pretende hacerlo olvidado.

Después de las diez y cuarto todo es diferente, el indigente blasfema contra los santos, murmura y les recuerda de lo que son faltos, levanta la mano en contra de los que son dueños del monopolio de la verdad y que la venden en pequeños frascos, de vidrio con presentación elegante, con fotografía a color y de calidad en la etiqueta, pero que oculta la fecha de caducidad y el lugar de fabricación. Que gritan pestes de los millonarios del discurso, que tiene origen detrás del púlpito, y hacen escaparlos desde un pecho airado, atravesando cuerdas bocales roncas y labios mentirosos, para terminar resonando en la concurrencia somnolienta, que asiste al final de cada enunciado con un afirmación dogmatica, irracional y alimentada por la práctica y la tradición. En contra de los de corbatas largas y camisas limpias, de planchado impecable y de puños limpios, limpios por no remangarse nunca para tender la mano. Contra los que juegan a ser pastor pero en el intento sacrifican a sus ovejas o las venden al mejor postor, en contra de los que trabajan como dueños pero sienten menos amor que un jornalero. Por supuesto, en contra de los guías de ciegos, que viven con el libro bajo el brazo para enseñarlo más nunca para consultarlo. Contra todos esos que se dicen hermanos pero que no entienden su significado, que semana a semana asisten a un sitio de cuatro paredes como si fueran al club social, a descansar su cuerpo y su conciencia, esmerándose en sacar la paja del ojo ajeno y midiendo constantemente la santidad para evitar que la calidad del producto caiga y les haga perder la credibilidad. En fin, en contra de todos aquellos que construyen sobre lo inconstruible, que se esmeran por producir seres perfectos, y que tratando de ser moldes para los demás terminan por quebrarse…

Después de las diez y cuarto todo es diferente, unos duermen otros leen, unos se asombran al ver las noticias, otros se contentan con tener casa y cena caliente, algunos lloran pero lo hacen en silencio, pero no es por vergüenza, es mas, tal vez ni siquiera lo hacen en silencio, sino que es nuestro oído el que cada vez va muriendo al dolor ajeno.

Después de las diez y cuarto todo es diferente, todos guardan silencio y la consciencia diserta su conferencia, después de las diez y cuarto todo puede pasar, hay tiempo para cualquier actividad, jugar, dormir, soñar, meditar, orar, llorar, cantar, caminar, divertirse, beber, orar, comer, ver, sentir, meditar, orar. Después de las diez y cuarto, según yo, algo parece cambiar. Intente escribir unas líneas para investigarlo y llevo varias sin poderlo encontrar.

Después de las diez y cuarto…

martes, 24 de junio de 2008

Mi arribo, cansado tenía que ser...

Comienzo, el mio es cansado, pero gracias por invitarme a llegar.

Mover los dedos me invita a descarsar, siempre. Compartir, leer, pensar, no pensar, sentir, llorar, simplemente llegar... por hoy, tan solo invitando a mis dedos a articularse con las sobras de lo que mi cerebro me dejó al final del día. 12:55 de la noche.

Algo que hoy leí sobre
Fanny Crosby, que me quedó para meditarlo sencillamente, antes de que la almohada me coma los ojos, y con esta llego a Compartir Vida. Lo aplicaría para mi así: Alguien me pregunta, "¿No estas cansado de siempre terminar cansado?", a lo que diría; "No, por que sé que cuando me muera lo primero que haré será llegar a descansar a los brazos de mi Gigante".

Alguien en alguna ocasión le preguntó a ella, “Fanny, ¿te hubiera gustado no ser ciega?”,- “Bueno, lo bueno de ser ciega es que lo primero que llegaré a ver será el rostro de Jesús”. Ella escribió mas de 8,000 himnos de alabanza.

lunes, 23 de junio de 2008

Diálogos...

¿Qué veo? Esa capacidad dada por el Creador, no solo de ver figuras, colores, formas, sino de observar intenciones, dolor, gestos, sentimientos, clamores. ¿qué veo? ¿qué escriba? ¿quieres que escriba hoy Padre? Veo dolor, sufrimiento, venganza, enojo, egocentrismo, desesperanza, ligereza, indiferencia. Pero ya sé, la pregunta es: ¿Qué hay detrás de eso? Hay preguntas. Preguntas no resueltas, respuestas insuficientes, dioses incompletos. ¡Hay cansancio! Eso es, hay cansancio, es cansancio heredado, cansancio de nada, aburrimiento, nada encaja. ¡ey! Pero también veo risas, búsqueda, gritos, placer, experiencias, emociones fuertes, válvulas de escape, pero hay entrega en ocasiones, amor en ocasiones, pasión, dudas casi siempre, ánimo de caminar, ánimo por descansar. Si se escucha de verdad, hablamos la verdad. ¿Quién escucha? ¿tú escuchas? ¿yo escucho? ¿me escucho?

Reprimimos la crítica por amor a las normas, no será suficiente. Si callamos a quienes gritan, los matamos ahogándolos. ¿qué hacía Jesús? No callaba, caminaba, escuchaba, se ensuciaba y respondía al corazón, quebrantando toda posible regla que no diera el lugar que el hombre tenía. ¿por qué aferrarnos a lo que sabemos y conocemos si eso ya no responde? Jesús, si responde, la Iglesia no lo está haciendo. ¿En qué momento dejamos de ser el corazón, los pies y las manos del nazareno?

Jesús parece tan distinto que el imaginado entre cuatro paredes, sus formas son tan incomodas, tan poco convencionales, pero conocer a una persona requiere tiempo, compromiso, entrega y preguntas, incluso de las irreverentes. ¿Qué nos hace pensar que Jesús cabe en nuestros moldes sociales? ¿o que los nuestros son lo mejores? ¿Por qué no pensar que cuando otros critican a Jesús, en verdad critican la envoltura con la que lo queremos ofrecer y las formas impuestas de nuestro contexto? ¿Por qué no dejamos que Jesús vuelva a trastornar nuestro mundo como lo hizo hace mucho para que otros lo conozcan a Él?